jueves, 17 de diciembre de 2015

VOTACION!!!!!!




Chic@s animense a  votar quien o quienes seran los que descubran eso de que Peter sera papa con Paula en la nove. Es importante que voten,  yo tengo varias opciones escritas ustedes elijen que pasara...

Recuerden su voto es muy importante para el giro de la novela, porque esta novela es mia y de ustedes lectores. Y como tal ustedes tambn elijen....

La votacion seria esta:

QUIEN SERA XX? O QUIENES? QUIENES QUIEREN QUE SEAN? VOTEN

a)      Gas y Nico

b)      Euge y rochi

c)      Cande y Mery

d)     Agus y poli

e)      Agus, Poli, Nico, Gas y Vico (Todos los chicos?)

f)       Cande, Mery, Daky, Euge, Rochi (Todas las chicas – Lali)
  

  Voten mucho... subire el cap en una semana, si no hay votos elejire yo porque no quiero dejarles sin nove. 

martes, 15 de diciembre de 2015

Capitulo 75



Lo que me rei con los mensajes de mi hermanilla, es muy lo mas Eu. Pero se que tiene razon y Paula muy de fiar no es. Me di una ducha rapida me cambie y fui a grabar, todos los planos que tenia eran con los chicos o con Paula y cada vez que trataba de ir a ver a mi hermosa novia algo no me dejaba. O bien era Paula, o justo la llamaban para grabar. Pero bueno cuando termine tuve que irme rapidamente a camerin y alli via  Paula entrar cn una bolsa y un test.

Paula: Para que veas que no miento.
Peter: Ok, aunque nunca te dije que mentias.
Paula: Pero si lo pensaste.
Peter: Naaada que ver.
Paula: En serio se que lo pensaste, no soy una mala mina.
Peter: <Sos de terror> Lo se, entoces te haras el test?
Paula: A eso vengo, esperame aca.

Paula se fue y me quede pensando que mierda haria si daba positivo? No se solo ruego porque no de positivo.
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Cuenta Paula:

Llegue con una bolsa y un test a las grabaciones. Ya tengo todo pensado, por casualidad le robe el test hecho a mi madre. Si quería que tenga un hermano pero no da, saben que seria eso? Engordar comer por dos, parir y nada de jodas.

Entonces lo que hice fue comprar uno nuevo de la misma marca que el de mi mama, y el que tenia el resultado lo llevaba en el bolso muy bien guardado. Osea ni loca me quedo embarazada soy re chica yo.

Me mande y entre en su camerin a esperarlo, Pitt se re sorprendió al verme y tras cruzar una palabras me fui al baño, cambie los test de lugar guardándome el nuevo sin usar y sacando el que uso mi mama, al de cinco o diez minutos salí y estaba Peter esperando nervioso.

Paula: Ya esta Pitt, mira.
Peter: *cojiendo el eva test* dos rayitas que es que estas o que no?
Paula: Vos que pensas?
Peter: No se Paula no se…
Paula: Vas a ser papa Lanzani *sonriendo y poniéndose una mano en la panza*
Xx: QUE?! *en la puerta*


Cuenta Peter:

Después de que Paula se fuera hacer el test me quede solo pensando. Soy re pendejo, que pasara con Lali y conmigo? Terminaremos? Sere padre? Es un invento de Paula para atraparme? Benjamin lograra lo que se propone?

Tantas preguntas sin respuesta, pero lo peor es que alguna de sus respuestas las sabre pronto en cuanto Paula salga del baño.

Estaba tan absorto en mis pensamientos que ni cuenta me di de cuando salió del baño, estaba re nervioso. Como para no estarlo no creen?

Estaba en mi mundo de sorpresa tras ese “Vas a ser papa Lanzani” de Paula que no me di cuenta cuando se abrió la puerta, estaba en shock.

Solo se que Paula se fue con una sonrisa de satisfacción como si su plan se hubiese cumplido. Solo pude sentarme en el sillón del camerin y esperar a que saliera de ese estado de shock.

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QUIEN SERA XX? O QUIENES? QUIENES QUIEREN QUE SEAN? VOTEN

a)      Gas y Nico

b)      Euge y rochi

c)      Cande y Mery

d)     Agus y poli

e)      Agus, Poli, Nico, Gas y Vico (Todos los chicos?)

f)       Cande, Mery, Daky, Euge, Rochi (Todas las chicas – Lali)
 

Capitulo 44

Soltó una carcajada y arrojó el vendaje sobre mi sofá de segunda mano.

—La hinchazón ha bajado. Un montón. Es impresionante.

La inflamación se había reducido. Supuse que Peter tenía razón. Era cierto que me recuperaba muchísimo más rápido que la gente que me rodeaba. Y que era mucho más difícil acabar conmigo.

Obviamente.

—No hace falta que me vuelvas a poner la venda. Ahora me duele mucho menos.
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Capitulo 44


—Está bien. Entonces me voy ya. Pero hay algo que debo decirte —señaló mientras se ponía en pie y se dirigía a la puerta—. Hablé con mi amiga la juez. Está revisando tu requerimiento.

El alivio inundó todas y cada una de las células de mi cuerpo. Ahora solo tenía que averiguar qué hacer a continuación, cómo detener al estado de forma permanente en caso de que Peter no saliera del coma.

—Y han llamado del despacho. El padre Federico descansa en el hospital y te envía un enorme abrazo de agradecimiento. En estos momentos, Teddy está con él. El padre quiere verte en cuanto puedas pasarte por allí. —Se dio la vuelta para encaminarse de nuevo hacia la puerta, pero se detuvo una vez más y se rascó la cabeza—. Y el fiscal del distrito iniciará los papeleos necesarios para liberar a Mark Weir a primera hora de la mañana.

Avanzó hacia la puerta una vez más y se detuvo... otra vez. Intenté no echarme a reír. A ese paso, jamás llegaría a su casa.

—Ah —dijo. Sacó la libreta y pasó unas cuantas hojas—, y según parece, el agresor que intentó acabar contigo ayer, ese tal Zeke Herschel, estaba a punto de convertirse en un asesino de masas. No fuiste la primera persona a la que intentó matar. Gracias a Dios, pusiste fin a sus correrías.

Contuve el aliento. Mis pulmones se quedaron paralizados y noté un hormigueo en la espalda.

—¿De qué...? ¿De qué estás hablando?

—El departamento de policía tuvo que ir a su casa esta tarde. Encontramos a su esposa en el dormitorio, ahogada en un charco de su propia sangre.

La habitación se oscureció y el mundo se abrió bajo mis pies.

—Uno de los peores casos de violencia doméstica que he visto en mi vida. —Luché contra la fuerza de gravedad, contra el impacto y contra un patético sentimiento de rechazo y negación. Pero la realidad se abrió paso para darme una patada en el culo.

—Eso es imposible.

—¿Qué? —El tío Nico levantó la vista y dio un paso hacia mí.

—La mujer de Herschel. No podía ser ella.

—¿La conocías?

—Yo... más o menos.

No podía estar muerta. Yo misma la había dejado en el aeropuerto. Y me reuní con Herschel justo después. Era imposible que fuese ella.

—Lali. —La dureza de la voz del tío Bob hizo que le prestara atención—. ¿La conocías? ¿Hay alguna otra cosa que deba saber sobre este caso?

—Te equivocas. No era su esposa. Tiene que ser otra persona.

El tío Bob suspiró. Reconocer y enfrentarse a la negación formaba parte de su pan de cada día.

—Es la señora Herschel, cielo. Como estaba preocupada porque no había sabido nada de ella, la tía de la señora Herschel vino en avión desde México. Fue ella quien identificó el cadáver esta tarde.

Me hundí en el sofá, me encerré en mí misma y me dejé atrapar por la inconsciencia.

No oí al tío Nico marcharse. No tenía claro si estaba dormida o despierta. Ni siquiera supe cuándo me había arrastrado hasta el suelo para acurrucarme con la manta que guardaba en el rincón.

Y, sobre todo, no sabía en qué momento exacto me había convertido en la chapucera monumental que siempre acababa por arruinarlo todo.

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Les subo otro capitulo, espero para mañana tener uno o dos de mi nove, entiendanme l@s quiero.

Capitulo 43



—Lo conseguimos —dijo Elizabeth con expresión radiante.
—Sí, lo conseguimos.
Extendí los brazos para recibir su abrazo helado.
—Bueno, ¿y ahora qué? —preguntó Barber. Lo miré casi con tristeza.
—Ahora cruzaréis.
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Capitulo 43

Elizabeth se dio la vuelta y se acercó a él.

—Bueno, si alguna vez quieres pasarte por allí, estoy en la primera tumba a la derecha de la zona nueva.

Barber se echó a reír.

—Yo estoy al otro lado. Mi funeral fue... agradable.

—El mío también.

—Puede que me equivoque —señalé, intentando no partirme de risa—, así que no vengáis luego a atormentarme ni nada de eso, pero estoy casi segura de que os veréis allí donde vais. Tengo la sospecha de que los amigos y los seres queridos están muy cerca por allí.

—Es muy raro —dijo Elizabeth—. Ahora me da la sensación de que quiero marcharme. Es casi como si no me quedara otra elección.

—Yo siento lo mismo —aseguró Barber, que tomó la mano de Elizabeth como si quisiera anclarse a su lado.

—El impulso es fuerte —les expliqué—. ¿Por qué creéis que no hay más como vosotros en el mundo? Es un lugar cálido y atrayente; el lugar donde debéis estar.

Se miraron el uno al otro y sonrieron. Sin una palabra más, se marcharon. Desde mi perspectiva, los cruces eran algo así como ver desaparecer a la gente delante de mis narices. Notaba cómo se deslizaban a través de mí. Sentía sus emociones. Sus miedos. Sus sueños y esperanzas. Sin embargo, nunca había sentido odio, rencores ni celos. Lo que más percibía era un abrumador sentimiento de amor. Cada vez que alguien cruzaba, aumentaba mi fe en la humanidad.

Elizabeth le había dejado todo lo que tenía a sus sobrinos y, Barber, unos cuantos años atrás, había contratado una escandalosa póliza de seguros. Su madre iba a ser una mujer muy rica. Aunque no me cabía duda de que ella habría preferido tener a su hijo, albergaba la esperanza de que aquello le proporcionara cierto consuelo. Al final el abogado le había dejado una nota, igual que Elizabeth y Sussman, y si bien la suya era un poco... mordaz, seguro que su madre la apreciaría.

Me volví hacia Sussman.

—Y tú ¿qué?

Estaba mirando por la ventana. Agachó la cabeza.

—No puedo marcharme.

—Patrick, ellos estarán bien.

—Lo sé. Me iré, pero no ahora.

Desapareció antes de que pudiera decirle algo más.

—Hola, calabacita.

Miré a la tía Lillian, y estuve a punto de soltar un grito al ver con quién estaba. En lugar de eso, me obligué a sonreír.

—Hola, tía Lil. Señor Habersham... —El señor Habersham era el difunto del 2B, el tipo que había instigado la invención del insecticida trascendental.

No dejaban de reírse y coquetear, así que no pude evitar sonreír un poco. La tía Lillian tenía una expresión adorable en su dulce rostro arrugado.

—Vamos a ir al Margarita Grill para poder oler la langosta, y luego iremos a ver el amanecer. Y después es muy probable que nos embarquemos en una ardiente sesión de sexo salvaje sin precauciones.

¿Q... Qué? Incluso mi diálogo interior tartamudeó. No podía creer lo que acababa de oír. ¿De verdad servían langosta en el Margarita Grill?

—Vale, tía Lil. ¡Pasadlo bien!

Está bien, lo admito, imaginarme a aquellos dos embarcados en una ardiente sesión de sexo salvaje sin precauciones me resultaba algo espeluznante, sobre todo porque a mi tía ya no le quedaba ni un diente. Pero lo cierto era que sus cuerpos estaban a una temperatura cercana al punto de congelación.

¿Cómo iba a ser ardiente? 

Regresé al salón mientras me preguntaba si debía contarle a Nicky lo que tramaba su tía abuela. Al final decidí no hacerlo.

—Aún no puedo creerlo —dijo con un gesto negativo de la cabeza mientras retiraba el vendaje de mi tobillo—. Has sobrevivido a la paliza de un borracho enorme que pretendía rehacerte la cara, a una caída de más de tres metros desde una claraboya y no solo a uno, sino a dos intentos de asesinato, para acabar derribada por un tacón. Siempre he sabido que estas cosas son un peligro.

—La predisposición genética a las enfermedades mentales también es un peligro, pero no veo que tú te quejes.

Soltó una carcajada y arrojó el vendaje sobre mi sofá de segunda mano.

—La hinchazón ha bajado. Un montón. Es impresionante.

La inflamación se había reducido. Supuse que Peter tenía razón. Era cierto que me recuperaba muchísimo más rápido que la gente que me rodeaba. Y que era mucho más difícil acabar conmigo.

Obviamente.

—No hace falta que me vuelvas a poner la venda. Ahora me duele mucho menos.

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Otro capitulo de primera tumba espero q les haya gustado. mi novela perdi los 20 caps q tenia escritos y volvi a rehacerlos les pido paciencia.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Capitulo 42


Peter se quedó inmóvil y el agudo silbido de su hoja se desvaneció al instante. Aunque no podía verle la cara, supe que me estudiaba con detenimiento desde el interior de la capucha.

Ni se te ocurra, Peter Lanzani.
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Se inclinó hacia nosotros y soltó un gruñido, pero me mantuve en mis trece. Mientras lanzaba patadas y mis pulmones se quedaban sin aire, pensé: Si lo haces, te daré una buena patada en el culo.

La masa oscura se retiró, sorprendida al parecer por el hecho de que me hubiera atrevido a amenazarla. Sin embargo, no tenía tiempo para preocuparme por eso. Ni para pensar en cómo podría llevar a cabo semejante amenaza.

Arañarle las manos a Pi no estaba sirviendo de nada. Había llegado el momento de apelar a mi ninja interior. El primer movimiento de lo que esperaba fuera una serie de muchos, sería darle una patada a mi agresor en la entrepierna. Las patadas bien dadas eran capaces de derribar hasta al más duro de los oponentes. ¿Y con tacones? Mucho mejor.

Mientras mi mente se preparaba para la patada y calculaba el siguiente movimiento, noté un dolor agudo en el cuello que bajó por mi espada, vi un estallido incandescente y escuché un estruendoso crujido que resonó en las paredes. Me convertí en gelatina en un abrir y cerrar de ojos. Segundos antes de perder la conciencia, me di cuenta de que Pi me había roto el cuello. Menudo capullo.

Casi esperaba escuchar el clamor de las trompetas, o el canto de los ángeles, o incluso el sonido de la voz de mi madre, dándome la bienvenida al Más Allá. En general había sido una buena persona. Teniendo en cuenta todas las circunstancias. Seguro que mi alma ascendía a las alturas.
En lugar de eso, escuché el goteo del agua, tan lento y constante como el latido de un corazón que apenas tenía fuerzas para seguir adelante. Olí el polvo que había bajo mi cara, el cemento y los productos químicos. Y saboreé la sangre.

Tardé unos segundos en comprender que Peter estaba cerca. Podía sentirlo. Sentía su fuerza. Su furia demoledora.

Parpadeé unas cuantas veces y eché un vistazo a mi alrededor sin moverme, por si acaso Bart Pi andaba por allí. No quería que se diera cuenta de que estaba consciente e intentara finalizar lo que había empezado. Estábamos en un pequeño almacén. Las paredes de cemento estaban cubiertas de estanterías llenas de utensilios y productos de limpieza. Peter estaba encaramado a una de ellas, balanceándose sobre los talones como un ave de presa. Se negaba a contemplar la puerta abierta, y también a mí.

Sí, estaba furioso. Aunque todavía estaba envuelto en la oscuridad de su capa, se había retirado la capucha, de modo que su rostro y su cabello quedaban a la
vista. La capa permanecía inmóvil, al igual que su hoja. Sostenía la empuñadura de aquella arma letal con una de sus fuertes manos y mantenía la punta apoyada en el suelo de cemento. La hoja era recta, como la de otras espadas, pero mucho más larga; sin embargo, ambos filos eran curvos, con terribles dientes de metal. La espada me recordaba a dos cosas: a un aparato de tortura medieval y a sus tatuajes.

—Estoy viva —dije con voz ronca al darme cuenta de que Pi no estaba con nosotros.

—Por los pelos —replicó él, que aún se negaba a mirarme.

Pero ¿cómo era posible? Levanté una mano y me froté la garganta.

—Me rompió el cuello.

—Intentó romperte el cuello.

—Pues a mí me dio la impresión de que había tenido mucho éxito.

Por fin, Peter se volvió hacia mí. La fuerza de su mirada me dejó sin aliento.

—No eres como los demás seres humanos, Holandesa. La cosa no es tan sencilla.

Y tú no te pareces a nadie que haya conocido, pensé. Nuestros ojos se enfrentaron durante un largo momento mientras intentaba en vano llenar mis pulmones de aire. En aquel instante nos interrumpió una voz masculina.

—¿Quién anda ahí?

Después de muchos esfuerzos, conseguí incorporarme un poco. Cuando me volví, vi a un hombre atado con los ojos vendados que estaba en un rincón de la estancia. Tenía una barba canosa y abundante cabello oscuro. También llevaba el alzacuellos de los sacerdotes católicos.

—¿Padre Federico? —pregunté.

El hombre se puso rígido antes de asentir con la cabeza. ¡Bingo!

Estaba vivo. Y yo también. Aquel día mejoraba por momentos. Hasta que sentí una pistola contra la sien.

Antes de poder volverme hacia Pi, escuché el silbido de una hoja que atravesaba el aire. El arma cayó al suelo y Pi se dobló en dos con un grito de dolor.

Joder. Mi padre iba a matarme.

Me arrastré para ponerme fuera del alcance de Pi, regresé a por el arma y luego me arrastré de nuevo fuera de su alcance. Sin embargo, el tipo se retorcía de dolor, se aferraba la muñeca y se mecía sobre las rodillas. La mayoría de los hombres con la médula espinal seccionada no podían mecerse sobre las rodillas. Alcé la vista, pero Peter se convirtió en una masa oscura de humo y desapareció antes de que pudiera abrir la boca. Y habría jurado que estaba sonriendo.

—¿Qué...? ¿Qué me ha hecho?

Buena pregunta. ¿Qué le había hecho Peter? Como de costumbre, no había ni una gota de sangre.
Sussman apareció de repente, comprobó cómo se encontraba Pi, me hizo un gesto de aprobación y volvió a desvanecerse.

—No puedo mover los dedos.

Pi no dejaba de llorar y de babear. Resultaba bastante grotesco. Peter debía de haberle seccionado los tendones de la muñeca o algo parecido. Estupendo.

Mantuve la pistola apuntada hacia su cabeza mientras me acercaba al padre Federico. Justo cuando había empezado a desatarlo, Angel entró en la estancia seguido por un desastrado tío Nico. Me pregunté cómo había conseguido Angel guiarlo hasta allí.

En cuanto dos de los policías se hicieron cargo de Pi, el tío Nico se arrodilló a mi lado.

—Lali —dijo con el rostro lleno de arrugas de preocupación. Me rozó los labios con el pulgar. Seguro que Pi me había hecho sangre al taparme la boca—, ¿estás bien?

—¿Bromeas? —pregunté mientras retiraba la venda de los ojos del padre Federico—. Lo tenía todo controlado.

Luego se produjo un momento de lo más extraño. Una especie de toma de conciencia o algo así. El tío Nico me quitó la pistola y luego me ayudó con la venda del sacerdote. Cuando terminó de quitársela, la expresión del rostro del hombre, llena de alivio y gratitud, me abrumó por completo. Nicky me observaba con un gesto tan tierno, tan angustiado, que me arrojé a sus brazos y lo estreché con fuerza. Mi tío me devolvió un abrazo que me supo a gloria, aunque no fuera precisamente celestial.

Debía de haber sido el alivio. O el hecho de estar viva. O de haber encontrado al padre Federico. O de haber acabado con Pi. Mientras me hundía en la calidez del abrazo de Nicky, luché contra las lágrimas que amenazaban con salir a la luz. No era momento para lágrimas. No podía comportarme como una niña.

Luego sentí una mano sobre el hombro, y supe que era la de Benja.

—Bueno, ¿puedo irme ya a ver a las strippers o qué?

Eché un vistazo por encima del hombro de Nicky y vi la sonrisa de mi ángel sin alas. Lo habría abrazado también, pero siempre quedaba muy raro cuando abrazaba a un muerto en público.

—Me tiró de la corbata —respondió el tío Nico cuando le pregunté cómo nos había encontrado.

—¿Angel te tiró de la corbata?

—Me condujo directamente hasta ti.

Estábamos sentados en la sala de conferencias de la comisaría, viendo el vídeo de la confesión de Pi. Era muy tarde, y habíamos visto aquel vídeo unas siete mil veces. Creo que Benjamin lo veía una y otra vez por las imágenes de mis chicas. Por lo visto quedaban muy bien en pantalla.

—Debo admitirlo, Esposito, estoy impresionado —dijo con los ojos pegados a la pantalla—. Se necesitan cojones.

—Por favor... —dije con un resoplido—, lo que se necesitan son ovarios. Y de esos tengo dos.

Se volvió hacia mí con un brillo de apreciación en la mirada.

—¿Te he mencionado que soy licenciado en ginecología? Si tus ovarios necesitan algo...

Puse los ojos en blanco, me levanté de la mesa y caminé descalza hasta la puerta. Aunque había ocultado el hecho de que Pi me había roto el cuello durante su intento de huida, no pude disimular que me había torcido el tobillo de camino a la furgoneta. Malditos tacones. En fin, el resultado era que tenía un dolor horrible de cuello y de tobillo.

En aquel momento, Barber y Elizabeth aparecieron para decirme que habían localizado al padre Federico. Estaba en el hospital. Solo se decepcionaron un poco cuando les expliqué que estaba en el hospital porque nosotros lo habíamos llevado allí. No estaba en muy buenas condiciones, pero sobreviviría.

Al final había sido un buen día. Teníamos la memoria USB, el vídeo y el testimonio del padre Federico. Lo más probable era que Bart Pi pasara el resto de su vida en prisión. O al menos, gran parte de ella. Por supuesto, tendría que aprender a utilizar la mano izquierda, pensé con una risilla para mis adentros.

El tío Nico se llevaría todo el mérito, pero así debía ser. Con todo, el hecho de ser detective privado resultaba de gran ayuda a la hora de encontrar tapaderas. Ya no era necesario buscar excusas que explicaran por qué me encontraba en una escena del crimen o qué tipo de asesor era exactamente. Era investigadora privada. Mucha gente dejaba de hacer preguntas después de saberlo.

—Nunca me has dicho cómo se llaman —me dijo Benjamin. Me di la vuelta y alcé las cejas en un gesto interrogante. Benja esbozó una sonrisa maliciosa.

—Me presentaste a Peligro y a Will Robinson, pero olvidaste presentarme a los otros dos. —Bajó la mirada hasta mi vientre.

—Vale —dije con un suspiro impaciente—, pero no puedes reírte al escuchar sus nombres. Son muy sensibles.

Me mostró las palmas de las manos.

—Jamás se me ocurriría hacer algo así.

Tras reprenderlo con un ceño fruncido, señalé la zona de mi ovario izquierdo.

—Este es Sácame de Aquí. —Luego apunté hacia el derecho—. Y este es Scotty.

Benjamin soltó una risotada y enterró la cara en las manos. Él lo había preguntado.

—Esperadme —dijo el tío Nico.

Se ofreció a llevarme a casa, ya que tenía el pie vendado y cubierto de hielo.

—Buen trabajo, Esposito —dijo uno de los agentes cuando pasé a su lado. Los miembros del personal de la comisaría se pusieron en pie y me dedicaron sonrisas y gestos de aprobación. Sus bocas articulaban la palabra «enhorabuena». Después de años recibiendo miradas hostiles y comentarios desdeñosos, aquello me resultó algo inquietante.

—Recuperaremos tu jeep mañana —dijo Benjamin, que nos siguió hasta el exterior. Me ayudó a subir al monovolumen de Nicky y se aseguró de que me había puesto el cinturón de seguridad antes de cerrar la puerta—. Buen trabajo —articuló con los labios mientras salíamos del aparcamiento.

La cosa se estaba poniendo espeluznante.

Ya de vuelta en mi apartamento, me sentí mil veces mejor. No me había dado cuenta de lo cansada que estaba. El tío Nico me ayudó a entrar y esperó a que me pusiera el pijama para echarle un nuevo vistazo a mi tobillo.

Los abogados se reunieron conmigo en el dormitorio en cuanto terminé de cambiarme.

—Lo conseguimos —dijo Elizabeth con expresión radiante.

—Sí, lo conseguimos.

Extendí los brazos para recibir su abrazo helado.

—Bueno, ¿y ahora qué? —preguntó Barber. Lo miré casi con tristeza.

—Ahora cruzaréis.

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Que sucedera ahora?