miércoles, 17 de mayo de 2017

Capítulo 11

Dos clases más tarde, al fin conseguí un descanso para almorzar. Mientras cruzaba a trompicones el campus en dirección a las zonas comunes, Peter acompasó sus zancadas a las mías, sin un aspecto especialmente divino en ese instante a no ser que se tomaran por tal las endiosadas miradas que me dedicaba.

— Supongo que viste lo que pasó en la clase de Nico — le espeté, sin andarme con miramientos.
— Sí.
— ¿Y no te parece que fue un poco injusto?
— ¿Tenía razón? ¿Realmente te crees preparada de verdad para proteger a María?

Clavé la mirada en el suelo.

— La he mantenido con vida — mascullé entre dientes.
— ¿Qué tal te fue la lucha hoy con tus compañeros de clase?

Era una pregunta mezquina. No contesté y sabía que no había necesidad de ello. Tenía otra clase de entrenamiento después de la de Nico y, sin duda, Peter había estado atento y me había visto caer vencida otra vez.

— Si ni siquiera puedes con ellos…
— Vale, vale, lo sé — repliqué con brusquedad.

Él disminuyó el ritmo de sus largas zancadas para acompasadas a mis pasos doloridos.

— Eres rápida y fuerte por naturaleza, lo que ocurre es que debes entrenarte bien. ¿Practicaste algún tipo de deporte mientras estuvisteis por ahí fuera?
— Ya lo creo — respondí con un encogimiento de hombros —. De vez en cuando.
— ¿No te uniste a ningún equipo?
— Demasiado trabajo. Me habría quedado aquí si hubiera querido practicar a ese nivel.

Me lanzó una mirada exasperada.

— Nunca serás capaz de defender de verdad a la princesa si no afinas tus habilidades​, y siempre tendrás carencias.
— Seré capaz de protegerla — repuse con fiereza.
— No tienes ninguna garantía de que te la asignen, ya lo sabes, después de tu período de experiencia de campo o de la graduación — la voz de Peter era fuerte y no mostraba arrepentimiento. Desde luego, no me habían dado un mentor cálido y comprensivo —. Nadie quiere desperdiciar la conexión existente entre vosotras, pero tampoco le van a dar un guardián poco capacitado. Si quieres estar con ella, entonces debes trabajártelo bien. Tienes tus clases, me tienes a mí, y puedes usarnos o no. Eres la opción ideal para proteger a María cuando ambas os graduéis, pero para ello has de probar tu valía. Ojalá lo consigas.
— Mery, llámala Mery — le corregí. Ella odiaba que la llamaran por su nombre completo, y prefería con mucho su apodo americano.

Él se marchó y de repente no me sentí ya tan mala persona.

Pero a estas alturas había perdido un montón de tiempo al salir de clase. La mayoría de la gente había salido disparada hacia las zonas comunes para almorzar, deseosos de disfrutar en compañía todo lo que pudieran de su tiempo de esparcimiento. Esto me dio casi ganas de volverme por donde había venido cuando una voz me interesó desde debajo de la cornisa de la puerta.

— ¿Lali?

Entorné los ojos en la dirección de la que procedía la voz y capté la imagen de Juan Cruz Pérez, que me sonreía con su rostro amable, reclinado en un bastón cerca de la pared del edificio. Sus dos guardianes andaban por allí cerca, a una distancia conveniente.

— Señor Per…. esto, su alteza, hola.

Me contuve a tiempo, ya que casi se me habían olvidado los modales que había que emplear con un moroi de sangre real, porque no los había usado mientras vivía entre los humanos.los moroi elegían a sus gobernantes entre doce familias reales. El de más edad entre los familiares adquiría el título de «príncipe» o «princesa». Mery había obtenido el suyo por el hecho de ser la única superviviente de su linaje.

— ¿Qué tal te ha ido en tu primer día? — me preguntó.
— Todavía no ha terminado — intenté buscar algo con lo que poder entablar una conversación —. ¿Está por aquí de visita?
— Me marcharé esta tarde después de saludar a Natalie. Cuando oí que Mery y tú habíais regresado, simplemente me acerqué para veros.

Yo asentí, no muy segura de qué decir a continuación. Era más amigo de Mery que mío.

— Quería decirte… — comenzó con voz vacilante — que comprendo la gravedad de vuestros actos, pero creo que la directora Guzmán se equivoca al no reconocer los hechos. La verdad es que fuiste capaz de mantener a María a salvo durante todo este tiempo, y eso es algo impresionante.
— Bueno no es que haya tenido que enfrentarme a ningún strigoi ni nada parecido — repuse.
— Pero seguramente sí que te enfrentaste a alguna que otra cosa.
— Claro que sí. La escuela mandó sabuesos psíquicos una vez.
— Asombroso.
— Lo cierto es que no. Me resultó bastante fácil evitarlos.

Se echó a reír.

— He cazado con ellos alguna vez. No son tan fáciles de evadir, no desde luego con sus poderes e inteligencia — en eso llevaba razón, porque los sabuesos psíquicos eran un tipo de criaturas mágicas que vagabundeaba por el mundo, criaturas de las que los humanos no tenían noticia y cuya existencia no hubiesen creído aunque las hubieran visto con sus propios ojos. Los sabuesos viajaban en manadas y compartían algún tipo de comunicación psíquica que les hacía especialmente peligrosos para sus presas, aparte del hecho de su aspecto de lobos mutantes —. ¿Os enfrentaste la a algo más?

Me encogí de hombros.

— Alguna que otra cosilla de vez en cuando.
— Asombroso — repitió de nuevo.
— Pura suerte, supongo. Al parecer, estoy bastante verde en todo este asunto de la protección — mi afirmación sonó exactamente como las palabras de Nico en ese momento.
— Eres una chica muy lista, y lo conseguirás. Además, tenéis vuestra conexión — aparté la mirada. Mi habilidad para percibir a Mery había sido un secreto durante tanto tiempo que me resultaba extraño que otros estuvieran al tanto de eso. El príncipe agregó —: Las viejas historias están repletas de cuentos sobre guardianes capaces de percibir cuándo sus protegidos se encontraban en peligro. Estudiar este tema y otras de las viejas costumbres ha sido uno de mis pasatiempos y he oído que es algo extremadamente valioso.
— Eso supongo — me encogí de hombros. «Qué afición más aburrida», pensé para mis adentros, imaginándole absorto en historias del año de la catapulta en alguna húmeda biblioteca cubierta por telarañas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario