miércoles, 17 de mayo de 2017

Capítulo 6

— No, ése no es…
— Y esto sólo hace mi decisión más fácil. Como es una moroi, la princesa debe continuar aquí en la Academia por su propia seguridad, aunque no tenemos las mismas obligaciones en lo que a usted se refiere. La enviaremos fuera tan pronto como sea posible.   

De golpe, se me acabó la chulería.

— ¿Que yo… qué?

Mery se puso a mi lado.

— ¡No puede hacer eso! Es mi guardiana.
— Ella no es nada de eso, particularmente teniendo en cuenta que ni siquiera posee ese rango, ya que aún es una novicia.
— Pero mis padres…
— Conozco la voluntad de sus padres, que Dios dé descanso a sus almas, pero las cosas han cambiado y la señorita Esposito es prescindible. No se merece ser guardiana, así que se irá.

Me quedé mirando fijamente a Franca, incapaz de creer lo que estaba escuchando.

— ¿Adónde va a enviarme? ¿Con mi madre a Nepal? ¿Sabe ella siquiera que me he escapado? ¿O es que se le ha ocurrido mandarme con mi padre? — entrecerró los ojos ante la mordacidad con la que pronuncié la última palabra. Cuando hablé de nuevo mi voz sonó tan fría que apenas pude reconocerla como mía —. O quizá me va a largar de aquí para que me convierta en una prostituta de sangre. Inténtelo y nos habremos marchado antes de que haya finalizado el día.
— Señorita Esposito — siseó ella —, está pasándose de la raya.
— Tienen una conexión — lagos de Peter, grave y con acento, rompió la tensión del instante y todos nos volvimos hacia él. Tuve la sensación de que Franca se había olvidado de que él estaba presente, pero yo no. Su presencia era demasiado poderosa para poder ignorarla. Estaba allí de pie, contra la pared, con el aspecto de un centinela vestido de cowboy con aquel ridículo guardapolvo largo que llevaba. Me miró a mí, no a Mery, y sus ojos verdes me atravesaron —. Lali sabe lo que siente María, ¿a que sí?

Al menos me quedó la satisfacción de ver cómo Franca bajaba la guardia mientras paseaba la mirada entre nosotras y Peter.

— No, eso es imposible. No ha ocurrido nada semejante en siglos.
— Salta a la vista — repuso él —. Lo sospeché tan pronto como comencé a observarlas.

Ni Mery ni yo respondimos, y yo aparté mis ojos de los suyos.

— Es un don — murmuró Juan Cruz desde la esquina donde se encontraba —. Algo inusual y maravilloso.
— Los mejores guardianes siempre han tenido ese vínculo — añadió Peter —. Al menos eso aseguran las viejas historias.

La irritación de Franca regresó de nuevo.

— Esas historias tienen siglos de antigüedad — exclamó —. Seguramente no estarás sugiriendo que le permitamos permanecer en la Academia después de todo cuanto ha hecho…

Él se encogió de hombros.

— Puede que sea indisciplinada e irrespetuosa, pero si tiene ese potencial…
— ¿Indisciplinada e irrespetuosa? — le interrumpí —. ¿Y quién demonios eres tú, de todos modos? ¿Ayuda subcontratada?
— Lanzani es ahora el guardián de la princesa — aclaró Franca —. Su guardián autorizado.
— ¿Es que ha ido a buscar mano de obra extranjera barata para proteger a Mery?

Resultaba muy mezquino por mi parte decir eso, en especial teniendo en cuenta que la mayoría de los moroi y sus guardianes tenían ascendencia rusa o rumana, pero el comentario​ sonó más inteligente de lo que era en realidad. Y la verdad, yo no era quién para hablar al respecto. Puede que me hubiese criado en los Estados Unidos, pero mis padres eran de origen extranjero. Mi madre, dhampir, era Argentina, de pelo castaño y con un acento de lo más lindo aunque para los estadounidenses fuera ridículo, y me habían contado que mi padre moroi era turco. Esta combinación genética me había conferido una piel con tendencia a broncearse fácilmente, junto con lo que yo consideraba que eran los rasgos casi exóticos de una princesa del desierto: grandes ojos marrones y un pelo castaño que con el sol se tornaba casi pelirrojo. No me habría importado haber heredado el cabello azabache, pero no podemos escoger lo que nos viene dado.

Franca alzó las manos en un gesto de pura desesperación y se volvió hacia él.

— ¿Estás viendo? ¡Totalmente indisciplinada! Por mucha conexión psíquica que tenga con ella y aunque posea el potencial más grande que haya en el mundo, esto no se puede tolerar. Un guardián sin disciplina es mucho peor que carecer de protección en absoluto.
— Pues enséñele a ser disciplinada. Las clases acaban de empezar. Métala de nuevo en ellas y vuelva a entrenarla otra vez.
— Eso es imposible. Se quedará muy por detrás del resto.
— No, no lo haré — debatía yo, pero nadie me escuchó.
— Entonces, dele clases de entrenamiento extra — replicó él.

Ambos continuaron de esta tesitura mientras el resto de los demás observábamos el intercambio como si fuera un partido de ping-pong. Todavía sentía el orgullo herido por lo fácilmente que Peter nos había emboscado, pero se me ocurrió que quizá fuera mi única esperanza de quedarme aquí con Mery. Y desde luego, sería mejor quedarme en este culo del mundo que estar lejos de ella. Pude percibir un hilito de esperanza a través de nuestro lazo psíquico.

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