miércoles, 17 de mayo de 2017

Capítulo 8

Tres

Era una crueldad mayúscula enviarnos directamente a clase después de esta reunión, pero eso fue justo lo que hizo Franca. Se llevaron a Mery en otra dirección y yo la observé marcharse, contenta de que el vínculo existente entre nosotras me permitiera seguir leyendo su temperatura emocional.

A mi me mandaron primero a visitar a uno de los mentores. Se trataba de un viejo tipo moroi, uno que recordaba de antes de la huida. A decir verdad, me costaba creer que todavía anduviera por aquí, pues era tan mayor que casi daba miedo y debería haberse jubilado. O muerto.

La visita nos llevo unos cinco minutos. No dijo nada sobre mí regreso y me formuló algunas preguntas sobre las clases a las que había asistido en Portland y Oregón. Las comparó con las de mi expediente anterior y con prisa garabateó un nuevo horario. Lo tomé de forma malhumorada y me dirigí hacia mi primera clase.

1ª clase: Técnicas de combate avanzadas para guardianes
2ª clase: Teoría de la protección personal y el guardaespaldas 3.
3ª clase: Entrenamiento con pesas y puesta en forma.
4ª clase: Artes del lenguaje (para novicios).
—— Almuerzo ——
5ª clase: Comportamiento y fisiología animal.
6ª clase: Cálculo elemental.
7ª clase: Cultura moroi 4.
8ª clase: Arte eslavo.

Buf. Había olvidado lo larga que se hacía la jornada escolar en la Academia. Los novicios y los moroi asistían a clases separadas durante la primera mitad del día, lo cual implicaba que no vería a Mery hasta después del almuerzo… si es que luego teníamos alguna clase en común. La mayoría eran asignaturas normales del último curso de enseñanza media, así que me pareció que teníamos grandes posibilidades de que así fuera. La de Arte eslavo me llamó la atención, pues me parecía el tipo de elección que nadie haría estando en sus cabales y concebí la esperanza de que también se la hubiesen asignado a ella, tal como habían hecho conmigo​.

Peter y Emilia me escoltaron hasta el gimnasio de los guardianes para la primera sesión del día y ambos hicieron caso omiso de mi presencia. Como caminaba detrás de ellos, pude observar que alberga llevaba el pelo corto al estilo duende, de modo que se veía abiertamente su marca de la promesa y las molnija. Muchas guardianas seguían esa costumbre​. Ahora no es que me importase mucho, ya que mi cuello aún no exhibía ese tipo de tatuajes, pero ni aun entonces querría cortarme el cabello.

Ni ella ni Peter pronunciaron una sola palabra y caminaron hacia delante como si fuera un día cualquiera. Cuando llegamos a nuestro destino, las reacciones de mis colegas dejaron bien claro que de eso nada. Estaban en la mitad de un enfrentamiento por parejas cuando entramos en el gimnasio y exactamente igual que había sucedido en las zonas comunes, todos clavaron sus ojos en mí. No me decidía del todo entre si me sentía como una estrella del rock o como un mono de circo.

Pues muy bien, vale. Sí al final me iba a ver atrapada allí durante un rato, no iba a actuar como se sintiera intimidada por ellos ni una sola vez más. Mery y yo habíamos conseguido que se nos respetase en la escuela y ya era hora de recordarle eso a todo el mundo. Paseé la mirada por los novicios que nos observaban con los ojos dilatados y la boca abierta, buscando algún rostro familiar. La mayoría eran chicos. Uno de ellos captó mi atención, y apenas pude contener la sonrisa.

— Eh, Gastón, sécate las babas. Si vas a imaginarme desnuda, hazlo en tu tiempo libre.

Unos cuantos bufidos y chistes rompieron el silencio asombrado y Gastón Dalmau se recuperó bruscamente de su embobamiento, dedicándome una sonrisa torcida. Tenía muy buen aspecto, aunque no era lo que se dice un tío bueno, con su pelo rubio revuelto y aquella sonrisa de nene. También era uno de los chicos más divertidos que conocía, y en su momento habíamos sido muy buenos amigos.

— Éste es mi turno, Esposito. Hoy soy yo quien dirige la sesión.
— ¿Ah, sí? — le repliqué burlona —. Pues vaya. En fin supongo entonces que es una buena ocasión para que pienses en mí desnuda.
— Siempre es un buen momento para imaginarte desnuda — añadió alguien por allí cerca, haciendo que se rompiera la tensión. Era Nicolás Riera, otro de mis amigos.

Peter sacudió la cabeza y se marchó murmurando entre dientes algo en ruso que no sonó precisamente como un cumplido. Pero en cuanto a mí… bien, qué le íbamos a hacer, allí estaba de nuevo siendo una vez más una novicia. Eran una panda de buena gente, menos preocupados por el pedigrí y la política que los estudiantes moroi.

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