jueves, 18 de mayo de 2017

Capítulo 12

Juan Cruz inclinó la cabeza, con el rostro lleno de curiosidad. Franca y los demás habían adoptado la misma expresión cuando se mencionó nuestro lazo, como si fuéramos ratas de laboratorio.

— ¿Y cómo es…? Si no te importa que te pregunte.
— Es… no sabría explicarlo. Es como si siempre​ estuviera presente en mi interior el modo en que ella se siente. Generalmente sólo son emociones, porque no nos podemos enviar mensajes ni nada parecido — no quise decirle nada de cuando me deslizaba dentro de su mente, ya que incluso a mi se me hacía difícil la comprensión de esa parte.
— Pero ¿no funciona en dirección opuesta? ¿Ella no puede sentirte?

Sacudí la cabeza.

Su rostro resplandeció maravillado.

— ¿Cómo ocurrió?
— No lo sé — le contesté, aún con la mirada fija en otro sitio —. Simplemente sucedió hará unos dos años o así.

Él frunció el ceño.

— ¿Por la época del accidente?

Asentí, llena de dudas. El accidente no era algo de lo que me gustase hablar, eso estaba más que claro. Los recuerdos de Mery eran lo suficientemente malos sin mezclar los míos con los suyos. El metal retorcido, la sensación de calor, después frío y luego calor otra vez. Mery chillaba encima de mí, gritándome para que me despertara, gritándoles también a sus padres y su hermano con la misma intención, pero ninguno de ellos lo hizo, sólo yo, y los médicos dijeron que fue un auténtico milagro, porque estaba claro que si no, yo no habría sobrevivido.

Aparentemente, al sentir mi incomodidad, Juan Cruz dejó pasar el tema y mostró su emoción de nuevo.

— Apenas puedo creérmelo. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez. Si ocurriera más a menudo… Sólo piensa en lo que supondría para la seguridad de todos los moroi el que otros pudieran compartir esa experiencia. Tendré que investigar más el asunto y ver si se puede repetir eso en otros.
— Ah, vale — empezaba a impacientarme, a pesar de lo bien que me caía. Natalie parloteaba un montón y estaba claro de cuál de sus padres había heredado esa cualidad. El turno para el almuerzo se estaba acabando y aunque los moroi y los novicios compartían las clases de por la tarde,Mery y yo no tendríamos mucho tiempo para hablar.
— Quizá si pudiéramos… — comenzó a toser, una tos tan fuerte que hizo que le temblara el cuerpo entero. Su enfermedad, el síndrome de Sandovsky, le destrozaba los pulmones mientras le conducía lentamente hacia la muerte. Lancé una mirada cargada de angustia a sus guardianes y uno de ellos dio un paso al frente.
— Su alteza — indicó con educación —, necesita volver al interior, aquí hace demasiado frío.

Juan Cruz asintió.

— Sí, sí. Y estoy seguro de que Lali quiere comer algo — se volvió hacia mí —. Gracias por esta conversación. No soy capaz de explicarte lo mucho que significa para mí que María se encuentre a salvo… y que tú hayas colaborado en ello. Le prometí a su padre que cuidaría de ella si a él le pasaba algo y me sentí como si le hubiera fallado cuando desaparecisteis.

Sentí un peso en el estómago cuando le imaginé agobiado por la culpa y la preocupación después de que nos esfumáramos. Hasta ese momento, no había pensado en realidad en cómo podrían sentirse otros debido a nuestra marcha.

Nos despedimos y finalmente entré en la escuela. Cuando lo hice, sentí el pinchazo de la ansiedad de Mery. Ignoré el dolor de las piernas y me apresuré hacia las zonas comunes.

Y casi me caigo encima de ella.

Sin embargo, no​ me habían visto ni ella ni sus acompañantes, Teo y esa chica con aspecto de muñequita. Me detuve y escuché, captando sólo el final de la conversación. La chica se inclinaba hacia Mery, que parecía más anonadada que otra cosa.

— Eso parece salido de un mercadillo. Pensaba que una preciosa del Cerro tendría más nivel — de la palabra «del Cerro» pendía una dosis considerable de desprecio.

Agarré a la muñequita del hombro y la aparté de un tirón. Era tan flaca que casi se cayó después de dar dos o tres pasos inseguros.

— Ella tiene nivel de verdad — repliqué —, motivo por el cual está conversación se ha terminado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario