miércoles, 17 de mayo de 2017

Capítulo 9

La clase atrapó mi atención y me encontré riéndome de buena gana y recordando lo que ya casi se me había olvidado. Todo el mundo quería saber dónde habíamos estado, ya que al parecer Mery y yo nos habíamos convertido en verdaderas leyendas. No podía revelar la razón de nuestra fuga, claro, así que les obsequié con un montón de burlas y de «ya os gustaria a vosotros saberlo» con las cuales tuvieron que conformarse.

La alegre reunión duró unos cuantos minutos hasta que vino el guardián adulto encargado de supervisar el entrenamiento y riñó a Gastón por desatender sus obligaciones. Con una sonrisa aún en los labios, éste se puso a ladrar órdenes a todo el mundo, explicando con qué ejercicios debían empezar. Me sentí incómoda al darme cuenta de que no conocía la mayoría de ellos.

— Ven para acá, Esposito — me dijo, cogiéndome del brazo —. Tú serás mi compañera. Déjame ver qué has estado haciendo todo este tiempo.

Una hora más tarde tenía ya la respuesta.

— No has practicado nada, ¿a que no?
— Ay — gruñí yo, incapaz de emitir una palabra por el momento.

Extendió una mano en mi dirección y me ayudó a levantarme de la colchoneta en la que me había tumbado… más de cincuenta veces.

— Te odio — le bufé, frotándome un punto dolorido en la cadera en el que mañana luciría seguro un maldito cardenal.
— Me habrías odiado más si te hubiera dejado ganar.
— Ah, sí, eso también es verdad — repliqué andando a trompicones mientras los de la clase recogían el equipo.
— La verdad es que lo has hecho bien.
— ¿El qué? Me has zurrado de lo lindo.
— Bueno, por supuesto que sí. Han sido dos años. Pero oye, todavía puedes andar, y eso ya es algo — me sonrió en plan burlón.
— ¿Te he dicho que te odio?

Me lanzó otra sonrisa que rápidamente se transformó en una expresión algo más seria.

— No te vayas a tomar esto a mal… quiero decir que de veras eres una buena luchadora, pero no hay forma de que puedas presentarte a los exámenes en primavera.
— Me van a dar clases extra — le expliqué, aunque no es que eso importara mucho, ya que planeaba que Mery y yo estuviéramos bien lejos de aquí antes de que esas prácticas se convirtieran en una costumbre —. Estaré preparada.
— ¿Y quién va a darte esas clases?
— Ese tío alto: Peter.

Gastón se detuvo de pronto y me clavó la mirada.

— ¿Lanzani te va a dedicar tiempo aparte?
— Sí, ¿qué pasa?
— Pues que ese tío es Dios.
— ¿No te parece que exageras? — inquirí.
— No, qué va, hablo completamente en serio. Me refiero a que es tan tranquilo y antisocial por lo general, pero cuando lucha… guau. Si ahora crees que estás dolorida, prepárate a estar bien muerta cuando él acabe contigo​.

Genial. Ya no me faltaba nada para alegrarme el día.

Le di un codazo y nos marchamos hacia la segunda clase, que cubría los conocimientos fundamentales necesarios para ser guardaespaldas y se les requería a todos los del último año. En realidad, era la tercera parte de una serie que había comenzado en primero. Eso quería decir que también iba la última en esa materia, pero esperaba que proteger a Mery en el mundo real me hubiera dado cierta perspicacia.

Nuestro instructor era Nicolás Vázquez, al cual nos referíamos como «Nico» a sus espaldas y «guardián Vázquez» en encuentros formales. Era más mayor que Peter y siempre tenía aspecto de estar buscando alguna explicación a algo que tenía en la mente, algunos decían que era porque buscaba la isla de eudamon otros porque su amada no le daba bola. Pero ese día, se sorprendió al entrar en el aula y verme allí sentada. Se le quedaron los ojos abiertos como platos de pura sorpresa y luego se le llenaron de una especie de incógnita por resolver cuando rodeó la habitación y se situó al lado de mi pupitre. Parecía enojado por algo…

— Pero ¿esto qué es? Nadie me había dicho que teníamos aquí hoy un ponente invitado, Lali Esposito, ¡qué privilegio! Qué generoso por tu parte dedicar un tiempo de tu atareado horario a compartir con nosotros tus conocimientos.

Sentí que las mejillas me ardían, pero con una gran exhibición de autoconstrucción, conseguí contenerme para no mandarle a la mierda. Estoy cien por cien segura de que mi rostro debió enviar claramente el mensaje, sin embargo, porque amplió aún más aquella mueca de ¿burla?. Me hizo un gesto para que me levantara.

— Oh, vamos, vamos, ¡no te sientes allí! Ven hacia aquí, delante, de modo que me ayudes a impartir la clase.

Me hundí en mi asiento.

— No dirá en serio que…

Su sonrisa provocadora se disipó.

— Quiero decir exactamente eso, Esposito, así que vente al principio del aula.

Se hizo un profundo silencio en la sala. Nico era uno de esos instructores bueno pero cuando quieren intimidan y en este momento era el Nico intimidante. La mayoría de la clase estaba demasiado sobrecogida para empezar reírse de mí por mí desgracia. No quise venirme abajo, así que recorrí el camino hasta el comienzo del aula y me volví para enfrentarme al resto. Les lancé una mirada intrépida y me arreglé el pelo sobre los hombros, ganándome unas cuantas sonrisas de simpatía por parte de mis amigos. Entonces me di cuenta de que tenía más público del que esperaba. Unos cuantos guardianes, entre los que se incluia Peter, se demoraban al otro extremo del aula. En el exterior de la Academia, los guardianes se concentraban en la protección individual, pero había mucha más gente que proteger y además tenían que entrenar a los novicios. Así que más que andar a la zaga de una sola persona, trabajaban en turnos vigilando la escuela e impartiendo clases.

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