martes, 9 de mayo de 2017

Capítulo 38

Capítulo 38


— Si haces algo…

Rechiné los dientes.

— ¿Lo dices en serio?
— Holandesa — me advirtió en tono amenazador.
— No haré nada.

Aunque hubiera encontrado la determinación para enfrentarme a él, el cuchillo estaba demasiado​cerca para intentar una insensatez. Si bien no era que se me conociese por mi buen juicio, precisamente.

— No quiero hacerte daño, Holandesa.
— Yo tampoco quiero.
— Entonces no me obligues a ello.

Alguien volvió a golpear la puerta.

Alargué la mano para abrir un poco la ventanilla y Peter presionó un poco más la punta del cuchillo contra mi piel.

— No va a irse sin más — le dije mirándolo fijamente —, tengo que hablar con él.

Al ver que no decía nada, alargué la mano y esta vez sí abrí la ventanilla​, aunque solo un poco. Seguía diluviando. En ese momento sentí el pulgar de Peter acariciándome los labios y me volví hacia él, desconcertada. Bajó la vista, demoró su intensa mirada en mis labios unos segundos y finalmente inclinó la cabeza para besarme. Enseguida supe qué pretendía. ¿Quién haría preguntas a una pareja que había decidido aprovechar que estaban atrapados en el coche por el mal tiempo?

El beso fue de una delicadeza inesperada. Fluido y cálido. Su lengua se deslizó entre mis labios y los abrí, dándole acceso, dejando que lo arrastrara la pasión. Y así lo hizo. Ladeó la cabeza y hundió la lengua en mi boca mientras sus labios abrasaban los míos. ¿Podía existir algo más irónico? Aquella era la primera vez que nos besábamos de verdad, en vivo, dos personas de carne y hueso.

Sin pensarlo, alargué las manos hacía su pecho, duro y ardiente​. Un brazo de acero se deslizó por detrás de mi cuello y me atrajo hacia él. A pesar de la ternura reposada de sus movimientos, estaba tenso, listo para actuar en cuanto fuera necesario.

No debía confundir aquello con más de lo que era. Por mucho que encontrarme entre los brazos de Peter Lanzani y sentir sus labios sobre los míos fuera como estar en el paraíso, los tribunales lo habían declarado culpable de asesinato. Además, estaba desesperado y los hombres desesperados hacían cosas desesperadas.

— Ya veo que por aquí está todo controlado.

Sobresaltada, me separé de él y alcé la vista para toparme con un hombre de edad avanzada que se reía entre dientes, ataviado con un impermeable de color amarillo patito.

— Personalmente, habría preferido el asiento de atrás, pero para gustos, los colores.

Me volví hacia el rostro enmarcado por el hueco de la ventanilla y sentí la presión de una hoja sobre mi cuello, inclinada de tal manera que el hombre no alcanzara a verla. Acababa de dirigir mi mejor sonrisa al tipo que prácticamente estaba ahogándose al otro lado de la puerta cuando sentí que el dolor volvía a traspasar a Peter y la punta del cuchillo me perforó la piel. Di un ligero respingo al notar que manaba sangre. Peter dejó de presionarlo al instante.

— Lo siento — dije con voz entrecortada al hombre del impermeable amarillo —. Solo estábamos aprovechando el tiempo.
— Lo entiendo — contestó con una amplia sonrisa —. Tal vez les convendría aparcar un poco más lejos. Nunca se sabe si alguien más querrá detenerse aquí con la que está cayendo.
— Gracias. Así lo haremos.

Le echó un vistazo a Peter, se lo quedó mirando unos instantes y luego se volvió hacia mí.

— Pero, todo va bien, ¿verdad?
— Oh, sí — afirmé mientras Peter regresaba al asiento del copiloto.

Puede que se hubiera dado cuenta de que mi acompañante se recostaba sobre mí como lo haría un preso fugado sobre un rehén. O también puede que me hubiera dado por proyectar en él mi percepción de la realidad. Peter deslizó el cuchillo hasta mis costillas y volvió a ejercer presión por encima de mi chaqueta para que supiera que todavía seguía allí. Qué considerado.

— No pasa nada — insistí —, muchas gracias por venir a  asegurarse. No mucha gente se atrevería a salir con esta tormenta.

Volví la vista hacia el cielo encapotado.

— Bueno estoy en la tienda — dijo sonriendo con timidez — Vi que se paraba aquí y pensé que igual necesitaba ayuda.
— En absoluto — aseguré como si no me retuviera en contra de mi voluntad un preso acusado de asesinato que, además, resultaba ser el hijo del ser más malvado del Universo.
— Me alegra oírlo. Si necesitan algo, ya saben donde estoy.
— Así los haremos, muchas gracias.

Cerré la ventanilla mientras el hombre saludaba con la mano y se abría paso entre la lluvia de vuelta al 24 horas. Sonreí y le devolví el saludo. Qué tipo más agradable.

En cuanto estuvo dentro, me volví hacia Peter, consciente de cuánto sufría. Sentía cómo el dolor batía contra él en oleadas implacables y una vez más tuve que luchar contra la empatía que amenazaba con vencer mi enfado. Señalé la sangre.

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