miércoles, 17 de mayo de 2017

Capítulo 7

— ¿Y quién va a dedicarle ese tiempo extra? — inquirió la directora Guzmán —. ¿Tú?

El alegato a Peter se cortó de forma abrupta.

— Bueno, no era eso lo que yo…

Franca cruzó los brazos con una expresión de satisfacción.

— Sí. Justo como pensaba.

Lanzani torció el gesto al ver a las claras que perdía la discusión y se puso a mirarnos alternativamente a Mery y a mí. Me pregunté qué era lo que estaba viendo. ¿Dos chicas patéticas que le contemplaban con grandes ojos suplicantes, o más bien dos fugitivas que se habían escapado de una escuela de alta seguridad y que habían despilfarrado la mitad de la herencia de Mery?

— Sí — repuso al final —. Yo me ocuparé de Lali. Le daré sesiones extra aparte de las normales.
— Y entonces, ¿qué? — insistió Franca pm voz enfadada —. ¿Se queda sin castigo?
— Encuentre otra manera de reprenderlo — contestó Peter —. El número de guardianes ha descendido mucho como para arriesgarse a perder otro. En especial si es una chica.

Lo que había implícito en sus palabras me produjo escalofríos, pues recordé mi afirmación anterior sobre las «prostitutas de sangre». Muy pocas dhampir llegaban a conventirse en guardianas en estos tiempos.

Juan Cruz intervino por sorpresa desde su rincón.

— Me inclino a estar de acuerdo con el guardián Lanzani. Mandar lejos a Lali sería una lástima, un desperdicio de talento.

La señora Guzmán se quedó mirando por la ventana. Había oscurecido por completo en el exterior. Teniendo en cuenta el horario nocturno de la Academia, los términos «mañana» y «tarde» se volvían relativos. Por eso, se mantenían tintadas las ventanas, para bloquear el exceso de luz.

Cuando se dio la vuelta, Mery se enfrentó a sus ojos.

— Por favor, señora Guzmán. Deje que Lali se quede.

«Oh, Mery», pensé. «Ten cuidado». Usar la coerción con otro moroi era peligroso, en especial delante de testigos, pero Mery la estaba usando muy poquito y necesitábamos en ese momento toda la ayuda posible. Por fortuna, nadie pareció darse cuenta de lo que estaba sucediendo.

No sé si realmente la coerción empleada supuso diferencia alguna, pero al final, Franca, suspiró.

— Si lo señorita Esposito se queda, las cosas serán así — se giró hacia mí —. Su presencia en el St. Bartolomé será estrictamente condicional. Sálgase de la línea marcada una sola vez, y se marchará. Asistirá a todas las clases y entrenamientos requeridos para las novicias de su edad. También entrenará con el guardián Lanzani en cada momento libre del que disponga, antes y después de las clases. Además de eso, queda apartada de todas las actividades de tiempo social, excepto la comida, y el resto de tiempo permanecerá en su dormitorio. Si no cumple todo lo estipulado, la enviaremos… fuera.

Se me escapó una risa hosca.

— ¿Apartada de todas las actividades sociales? ¿Está intentando mantenernos separadas? — asentí en dirección a Mery —. ¿Es que teme que volvamos a escaparnos de nuevo?
— Sólo tomo precauciones. Como estoy segura de que usted recuerda, no ha sido convenientemente castigada por la destrucción de la propiedad escolar. Tiene un montón de cosas que compensar — sus labios delgados se apretaron hasta formar una línea recta —. Se le está ofreciendo un trato muy generoso. Le sugiero que no deje que su actitud habitual lo ponga en peligro.

Comencé a decir que no me parecía generoso en absoluto, y entonces capté la mirada de Peter. Resultaba difícil de interpretar, pero parecía decir que creía en mí. Aunque también podría estar diciendo que era una imbécil por continuar luchando contra Franca. No lo sabía.

Aparté la mirada de él por segunda vez durante ese encuentro y permanecí con los ojos clavados en el suelo, consciente de Mery, que estaba a mi lado y de cómo su propio aliento me animaba a través de nuestra conexión. Al cabo de un buen rato, exhalé el aire y le eché una ojeada a la directora.

— Vale, acepto.

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