jueves, 18 de mayo de 2017

Capítulo 49

Capítulo 49


Dejó la frase incloncusa mientras sacudía la cabeza y decidí sincerarme con él, a pesar de los pelos que llevaba.

— Tío Nico, ¿es posible que el hombre de la furgoneta no fuera Bartolomé Bedoya Agüero?
— ¿Eso es lo que te dijo Lanzani?
— ¿Es posible? — insistí.

Nicky agachó la cabeza y apagó el motor del monovolumen.

— Es como tú, ¿verdad?

Su pregunta me sorprendió y no supe qué responder, aunque debería de haber imaginado que algún día sucedería. Había visto el cuerpo de Peter después de que los demonios se hubieran cebado con él. Había visto con qué rapidez se recuperaba. De hecho, los médicos consideraban un milagro que Peter hubiera sobrevivido. Y dos semanas después, ahí estaba, paseándose entre los demás presos como si nada. Me hubiera jugado un café frappé con chocolate a que Nicky seguía a Peter de cerca. Yo lo hubiera hecho, después de lo que había visto.

— Posees un don asombroso para sobrevivir a situaciones inverosímiles — prosiguió —, te recuperas mucho más rápido que nadie que haya conocido y a veces te mueves de manera distinta, casi como si no fueras humana.

Sí, creo que no se había dejado nada.

— Tengo que preguntarte algo y quiero que seas completamente sincera conmigo.
— De acuerdo — dije un poco preocupada.

No estaba en mi mejor momento. Hacia tres horas que no probaba la cafeína y era evidente que él había empezado a sumar dos y dos.

— ¿Te envía Dios?

Y le había dado doce.

— No — contesté ahogando una risita —, digamos que, si acabo en la oficina de objetos perdidos de un aeropuerto, no creo que el tipo de arriba bajara a reclamarme.
— Pero eres diferente — afirmó con toda naturalidad.
— Sí, lo soy. Y… sí, Peter también.

Se escapó un hondo suspiro entre los dientes.

— No mató a su padre, ¿verdad? — dijo al fin.
— Primero, Bartolomé Bedoya Agüero no es su verdadero padre. — Nicky confirmó que lo sabía con un gesto de cabeza. Era un dato que había salido a la luz durante el juicio —. Segundo, estoy empezando a creer que ese hombre ni siquiera está muerto.
— Es posible — admitió tras mirar por la ventanilla largo rato —. Desde luego es muy poco probable, pero no imposible. Por poder hacerse, se puede.
— ¿Dando el cambiazo de la ficha dental? — pregunté.

Asintió.

— ¿Y nadie le llamó la atención que la novia de Bartolomé Bedoya Agüero trabajara de asistente dental en el consultorio del que las autoridades obtuvieron dichas fichas?

Sabía que Nicky había sido el inspector a cargo del caso, así que podría decirse que navegaba por aguas turbulentas. Y la vela no era lo mío.

Apretó los labios.

— ¿Estás ayudándolo?
— Sí.

¿Para qué iba a mentirle? El tío Nico no era idiota.

Sentí correr la adrenalina por sus venas al oír mi respuesta, aunque sospecho que mi franqueza era lo que realmente lo había sorprendido. De modo que probó una vez más.

— ¿Sabes dónde está?
— No. — Al ver que fruncía el ceño con cierta desconfianza, añadí —: Por eso me esposó, para tener un poco de ventaja. No quería comprometerme.
— Y te pegó porque…
— Llamé a su hermana tonta del culo.

Me miró exasperado.

— Es muy susceptible.
— Lali…
— Quería que pareciera verosímil, ya sabes, para los polis.
— Ah. ¿Has tenido algo que ver con su fuga?
— ¿Aparte de que utilizara mi coche después de secuestrarme? No.
— ¿Vas a informar al sargento de guardia de estos detalles que tan convenientemente has omitido?
— No.

No podía hablarle de Agustín y Daky, ni del plan de superagentes secretos que habían urdido para sacarlo de allí.

— ¿Crees que Emilia estará despierta?

Tuve que reprimirme para no poner los ojos en blanco y en ese momento vi a mi coche. Por lo visto, Agustín lo había hecho llevar hasta allí durante la noche. Qué detalle.

Tal vez la unión pecaminosa de Emilia y el tío Nico no fuera tan mala idea. Hacia poco que habían empezado a tontear, y por mucho que aquello me provocara una sensación de ardor en el estómago, ambos eran adultos sanos y responsables, capaces de tomar sus propias y pésimas decisiones, aunque acarrearan años de terapia de pareja y, finalmente, costas legales.

Emilia hacía un mes que se había mudado a nuestro vecindario, ahora también era vecina de Euge y por lo tanto mía y el tío Nico se interesaba muchísimo por saber cuando estaba en casa…

No pensaba quedarme a verlo. También podía empaquetar todas mis cosas y vivir en mi coche. El jeep, no el sentimiento.

Me volví hacia el tío Nico, hacia aquella mirada esperanzada que movía a la compasión, y decidí negociar.

— ¿Vas a retirar a esos tipos que tengo todo el día pegados al culo?

Señalé el coche aparcado en la acera de enfrente.

Puso cara larga.

— No. Es bueno para tu culo.
— También lo es subir escaleras y utilizo el ascensor siempre que puedo. — Al ver que se encogía de hombros, añadí —: Emilia está durmiendo — justo antes de salir del coche.

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